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SANGRIENTO TERRATENIENTE - Imperialismo en las Repúblicas Bananeras

Es la historia de una empresa que para muchos en Latinoamérica, personifica la viva imagen del imperialismo, una imagen cargada de violencia, sobornos, masacres, explotación e intervencionismo, en las llamadas “Repúblicas bananeras”. Al ser dueños de una extensa área del Caribe y América Central, les otorgó un control inmenso en las economías nacionales y en las políticas locales, su capacidad de operar, terminaba superando la de los propios gobiernos y llegaban a influir en su estabilidad o inestabilidad. En algunos países, con tal de asegurar el dominio territorial y proteger sus negocios e inversiones, organizaban golpes militares, se asociaban con paramilitares - que cometieron crímenes de guerra como homicidios, secuestros, extorsiones, torturas y desapariciones forzadas - y fue el causante de numerosas matanzas.


Todo, por la banana, un manjar exotico que era, en gran parte del planeta, desconocida. Una fruta que solo podían permitírselo los más ricos en Estados Unidos, a mediados del siglo XX ya era un alimento básico en la dieta de los estadounidenses - gracias a las masivas campañas de marketing, - luego se popularizó al punto en que hoy, en el mundo, se consumen 100.000 millones de unidades al año.


Chiquita Brands


En el año 1870, el Capitán Lorenzo Dow Baker, compró unos plátanos en Jamaica por un chelín y al volver a Estados Unidos los vendió por dos dólares. Una ganancia significativa, que llamó la atención de magnates del ferrocarril y barcos de vapor en Boston. El Capitán Baker se asoció con Andrew Preston y juntos formaron la Boston Fruit Company, la que además poseía la flota de barcos de vapor más grande del mundo, la Gran Flota Blanca. Estos llevaban las bananas de los trópicos a los compradores del norte, pero pronto vieron la necesidad de expandirse en países de centroamérica. En 1899 se asociaron con el neoyorquino Minor Keith, propietario de tres empresas bananeras con presencia en Costa Rica, Panamá y Colombia. Keith participaba además en el transporte y comercialización de azúcar, cacao, abacá y otros productos agrícolas tropicales. Pero lo más importante, era que poseía un extenso sistema ferroviario en América Central y Colombia, con esta sociedad nació la United Fruit Company. En 1970, se fusionó con AMK Corporation para formar United Brands Company, que se convirtió posteriormente en Chiquita Brands en 1989.



Sangriento terrateniente.


Guatemala fue quizás, el país donde quedo más evidenciada la sangrienta huella de esta multinacional, durante la década de los 30, apoyó económicamente al dictador conservador Jorge Ubico, lo que le permitió tener el control del 42% de las tierras Guatemaltecas, exento de pagar impuestos y derechos de importación. Construyeron una línea de ferrocarriles de uso exclusivo de la empresa, a la vez que presionaban contra la construcción de otras redes de transporte público, lo que sofocaba a la competencia y hacía aumentar la dependencia de sus servicios ferroviarios.


La Revolución Guatemalteca de 1944 derrocaría al dictador Jorge Ubico y llevaría al primer presidente elegido democráticamente, Juan Arevalo. Con la presidencia de Arévalo y su sucesor en 1951, Jacobo Arbenz, se hicieron cargo y reformaron la educación y la atención médica en el país.

Instituyeron un nuevo código laboral, que mejoraba los derechos y condiciones de los trabajadores .

Tenían como prioridad una reforma agraria. Para esos años el 2% de la población poseía el 72% de la tierra cultivable en Guatemala, de las cuales solo se utilizaban el 12%. Con una gran población empobrecida y sin tierras, Arbenz aprobó el “Decreto 900” que buscaba redistribuir esas tierras.


La United Fruit Company fue blanco de estas reformas, del 42% de las tierras guatemaltecas, solo ocupaba el 15%, por ende el presidente Arbenz tenía como objetivo redistribuir aquellas tierras.

El gobierno le pagó a la compañía, exactamente el mismo valor, que la empresa había declarado en los registros fiscales. Pero este valor era bajísimo, cosa que la misma UFC había evaluado años atrás, con el objetivo de evitar impuestos altos.


Con el nuevo gobierno democratico desafiando su poder, la United Fruit Company recurrió al apoyo del gobierno de los Estados Unidos y de la CIA, que en ese momento tenía como director a Allen Dulles, accionista de la United Fruit Company, junto con su hermano John Dulles, abogado del Secretario del Estado, comenzaron una campaña de desinformación, moldearon la opinión pública, etiquetaron a Arbenz de comunista y rápidamente, dada la política de la Guerra Fría de la época, consideraban que una intervención sería inminente.


La CIA autorizó una operación encubierta para sacar a Arbenz y aprovechó el descontento del exoficial Carlos Castillo para liderar un golpe de estado y derrocar a Arbenz. Con el apoyo de rebeldes, rápidamente derrocaron al gobierno, Arbenz renunció y voló al exilio.

Con el nuevo régimen de Castillo, se eliminaron las reformas agrarias y se dio poderes sin control, encarcelaron a miles de opositores políticos y la United Fruit Company recuperó sus antiguas tierras, pero el régimen de Castillo trajo una ola de corrupción que terminó siendo una fuerza desestabilizadora en toda la región, que terminó por impedir los negocios en toda el área, las políticas de Castillo llevaron a una Guerra Civil que duró 36 años en las tierras guatemaltecas.



Desastre ecologico en Costa Rica


Para los años 30, a medida que aumentaba la demanda, la UFC, que ya poseía tierras en Costa Rica, se vio en la necesidad de expandirse al suroeste, un área de mínima ocupación humana y considerado un desierto primitivo. Comenzaron rápidamente con la construcción de una línea ferroviaria que terminó de construirse en 1940. Con las interpretaciones históricas del medio ambiente y la naturaleza y con el lente cultural estadounidense que consideraban aquellos paisajes como “incivilizados, amenazantes y resistentes”, se abrieron paso en la densa selva, talando árboles, excavado intrincados sistemas de drenaje para construir sus plantaciones y las miles de viviendas para sus trabajadores,


A medida que crecía la expansión en Costa Rica, con la concesión, además, de casi el 9% de la superficie terrestre costarricense, se convirtió en el mayor empleador en aquellas tierras desde 1899 hasta que abandonó el país en 1984. Debido a las leyes antimonopolio, conflictos laborales – como la gran huelga bananera de 1934 – mayores costos de producción y el impacto mayor que fue el grave agotamiento del suelo. Como todo monocultivo, requirieron aplicación de fuertes agroquímicos, fungicidas e insecticidas que se aplicaban hasta 40 veces por año, contaminando sistemas acuáticos que terminaron dañando una vasta superficie de arrecifes de coral, frente a las costas de Costa Rica, disminuyendo la fertilidad de la tierra y matando la biodiversidad de una extensa área de la región.


Chiquita Brands y Paramilitares


La United Fruit Company comenzó sus operaciones en Colombia, a finales del siglo XX, con la misma lógica, establecer una larga infraestructura ferroviaria a lo largo de una vasta área de plantaciones, sobre todo en la parte de la costa atlántica de Colombia.


Algo que caracterizaba a la empresa, era las paupérrimas condiciones laborales que ofrecían a sus trabajadores, generalmente no contaban con agua potable, ni condiciones de salubridad óptimas, tenían comisariatos, donde los trabajadores estaban obligados a comprar mediante cupones, lo que llevó a una seguidilla de huelgas durante años, pero la de 1928, tuvo otra magnitud, llegó a congregar a 25 mil trabajadores, en la zona bananera de Santa Marta. Durante meses se paró por completo la producción y exportación de bananas. La United Fruit Company resolvió apelar al gobierno conservador de la época, que los apoyó. Primero envió batallones a las plantaciones, encarceló decenas de huelguistas y finalmente, la noche del 5 de diciembre, soldados colombianos dispararon sobre una reunión pacífica de miles de huelguistas matando a centenares.


Para los años 90 y principios de los 2000, la United Fruit Company se transformó en Chiquita Brands, compañía que no dudo en utilizar métodos similares, esta vez se asociaron con grupos paramilitares. Entre los años 1997 y 2004, la empresa admite haber pagado 1,7 millones de dólares a la UAC - un grupo paramilitar de derecha - y fue multada por una corte de Florida en los Estados Unidos.

Recién este año, familiares de las víctimas, lograron demostrar ante un jurado federal, en una corte de West Palm Beach, que el financiamiento a grupos paramilitares, fue el responsable de la muerte de miles de personas. Se determinó además, que Chiquita nunca pudo demostrar que el apoyo brindado al grupo militar Autodefensas Unidas de Colombia fue en respuesta a una “amenaza inminente” para ellos o sus trabajadores. Por lo que deberá pagar 38 millones de dólares como indemnización a los familiares de las víctimas.


Así es como empresas con estos valores, pueden llegar a cambiar el mundo con sus modelo de producción, ganar poder y llegar a influir de manera drástica en las políticas y en las economias de paises, donde se combinan fragilidad democrática, políticas públicas precarias, corrupción, factores geográficos, históricos y culturales, un entorno ideal, que les facilita explotar laboralmente a sus trabajadores y que terminan por profundizar la desigualdad social, acarreando cientos de otras prácticas, algunas tan violetas y macabras como la matanzas de miles de personas.


Sería sensato pensar que este tipo de prácticas imperialistas se continúan ejerciendo por todo tipo de empresas y compañías, Chiquita no es más que, un ejemplo claro y evidente, de la morbosa ambición de este tipo de negocios. Ayer fueron a causa de las bananas, pero hoy, se podría hablar de paltas, cerezas y muchos otros monocultivos, que han agotado fuentes de agua potable, que han causado ecocidios, que han intoxicado y desplazado a comunidades completas, todo, en complicidad con el aparato estatal.



 
 
 

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